“Hola, ¿me pueden ayudar?” Fue el mensaje que recibimos en el inbox de un cliente al que le estábamos gestionando las redes sociales. -Buenos días, claro que sí ¿qué podemos hacer por usted?- Silencio absoluto. No volvió a contestar, el perfil de la persona que solicitaba ayuda tenía nombre de mujer, para efectos de salvaguardar la privacidad de los involucrados, le llamaremos “Ana” (era el hombre victimario con perfil falso), sin foto de perfil. Me di cuenta de ese comportamiento atípico, incluso lo comenté con la community manager encargada de la cuenta; qué raro. Más tarde, recibimos otro mensaje (inbox) “por favor ayúdenme, este tipo me quiere hacer daño, es un perfil falso, por favor ¡ayúdenme!” Y ¡zaz! Manda una captura de pantalla de la foto de perfil de “Ana” ¿qué está pasando?, le pido a mi equipo que se salga del asunto y lo tome personalmente.

Le contesté a “Claudia”, me identifiqué, soy fulanita de tal puedes confiar en mí, ¿qué pasa? Y ahí le va la historia. “Este tipo es mi ex y me está amenazando que si no vuelvo con él va a mandar fotos comprometedoras mías a la empresa”, la tranquilicé, le pedí que me pusiera al tanto y que yo iba a bloquear cualquier contenido sensible; acto seguido hablé con mi cliente y lo puse en antecedentes.

“A ver… ¿quién es?” Me preguntó mi cliente y al ver el perfil de “Claudia”, la víctima, nos dimos cuenta que era hija de un colaborador de la empresa, por eso la estaba amenazando. “Claudia” me volvió a mandar mensaje, enviándome las fotos de la conversación con el acosador, él le mandaba a ella la foto de su contacto por inbox con la empresa para validarle que efectivamente iba a cumplir su amenaza “ya me lo hizo en mi trabajo anterior, me amenazó y como no cedí mandó las fotos y me corrieron” -¿cómo? ¿Te corrieron?- “sí, se las mandó a mi jefa y pues me liquidaron”.

Para esas alturas yo me convertí en la única salvación de “Claudia”, le pedí que pusiera una denuncia -ya lo había hecho-, le aseguré que si mandaba algo yo lo iba a bloquear y que mi cliente también la iba a proteger. Tranquila, le dije. Acto seguido le llamé a la “jefa” que la corrió, resultó ser conocida mía, efectivamente ni siquiera averiguaron qué pasaba, directamente la corrieron “¡qué bárbaro, qué corriente! ¡Cómo se tomó esas fotos!” Mientras rezaba un Padre Nuestro (así me la imaginé), claro que cuando le llamé ya el tema no era tan pasajero, pero la verdad no era mi intención andar de inquisidora, simplemente quería saber si podían darnos pruebas para ayudar a “Claudia”, por lo menos se preocuparon.

“Claudia” tenía una carta de puño y letra de su acosador (que fue su pareja por cinco años) dónde él confesaba lo que había hecho, burlándose de ella “así lo hice en tu trabajo anterior, lo voy a volver a hacer para que te corran”. No se imaginan la desesperación de ella. Hicimos todo lo que pudimos por ayudarla. ¿Por qué se lo estoy contando? Porque yo espero de usted empresario/a que si un colaborador se encuentra en una situación así por lo menos escuche a la víctima. La chava era super buena empleada y madre (de lo que carecía su jefa).