La definición según Wikipedia: endorfinas son péptidos opioides endógenos que funcionan como neurotransmisores. Son producidas por la glándula pituitaria y el hipotálamo en vertebrados durante el ejercicio físico,la excitación, el dolor, el consumo de alimentos picantes o el consumo de chocolate, el enamoramiento y el orgasmo,y son similares a los opiáceos en su efecto analgésico y de sensación de bienestar.

Yo tengo otra definición, las endorfinas son esas maravillosas y mágicas partículas que hace que una se sienta feliz.

¿Han sentido alguna vez la presencia de un dementor*? ¿leyeron Harry Potter?. Los Dementores son seres horribles de gran estatura, cubiertos por una capa de color negro. Son temidos porque se alimentan de la felicidad y de los recuerdos alegres, dejando solo la tristeza y la desolación. Así mismo, cuando están cerca, producen un gran frío. ¿Algún parecido con la realidad?.

Bueno, con esta breve introducción definiendo los elementos, les platico que yo sentía no uno, si no varios dementores cerca, rondando en mi cielo y mis nubes; ya saben tristeza acumulada, subiendo de peso, actitud no apta para sonrisas, todo el paquete completo; se me notaba a lo lejos. Un buen día mi papá me invitó (obligó) a ir a hacer ejercicio –caminata en La Laguna del Náinari- como buen papá me citó en horas no apropiadas: 5 am.

Ahí empecé, triste y humillada, mi papá tiene 65 años y él tenía una condición envidiable, todavía me acuerdo cuando volteaba a su derecha, me veía de reojo y con su manita solo me hacía señal de “avanza por Dios”; con una fuerza de voluntad inquebrantable, fui rigurosamente todos los días, arrastrándome de madrugada. Las endorfinas empezaban a aparecer, esa sensación de bienestar era completamente nueva para mi. Seguí.

Pasaron quince días y ahí seguíamos mi papá y yo, el perímetro de La Laguna es de 2.2 kms, cuando pensé que habíamos terminado el recorrido, el señor siguió, no caminando ¡corriendo! Oh si! La segunda vuelta se la dió corriendo, y a mi no me quedó mas remedio que seguirlo. Todavía para amenizar nuestra actividad, el señor me tomaba fotos terminando el ejercicio, con la cara amoratada de roja y sudor que parecía me lo habían aventado con un balde, y por supuesto que lo primero que hacía era mandarla por whatsapp a toda la familia. Si que se divirtió.

Pasaban los días y  esa obligación se convirtió en necesidad, por una parte, la suerte que yo tenía de hacer ejercicio con mi papá, mientras corríamos yo lo observaba –claro, generalmente él iba adelante- y pensaba que esos momentos eran únicos ¿cuánto faltaba para que él dejara de correr?, ¿cuántas personas tendrían la misma suerte que yo?. Por otra parte, las endorfinas estaban apareciendo a carretadas ¡yo me sentía de maravilla!, empecé a correr cada vez mas, en un mes logré los 5 kilómetros. Automáticamente mi mentalidad cambió, correr era mi antídoto contra los dementores, era mi “Encantamiento Patronus” (en la saga de Harry Potter, se utiliza para ahuyentarlos).

Hola endorfinas!

O “péptidos opioides endógenos” benditos “péptidos”, mi vida empezó a cambiar, la rutina estaba a mi favor y las endorfinas rebosaban en mi organismo; correr al aire libre, disfrutar el paisaje, la calma que te regalas al ver el agua quieta y la velocidad. Sentir que puedes escaparte, bien y de buenas. Las endorfinas me dieron actitud, me di cuenta que correr me hizo entender que puedo lograr lo que yo quiero, y no lo digo superficialmente, empecé tal cual Kathy “la oruga”, arrastrando mi cuerpo por la pista, y hoy corro entre 5 y 7 kms. diarios, ¡me inscribí en el medio maratón de San Diego! Yo sé que es un reto difícil, pero quiero y puedo, además mis amigas las endorfinas están de acuerdo.

Tienes que empezar a conseguir endorfinas, yo las conseguí con ejercicio, pero se pueden obtener de varias formas: con el enamoramiento, excitación y orgasmo (*léase párrafo 1), pero convengamos que no todas estamos con esa parte resuelta, o por lo menos no es una rutina diaria ¡y no voy a entrar en detalles!. También se puede obtener con el dolor ¿pero quien en su sano juicio quiere esa fuente?. Solo nos quedan dos opciones: comer alimentos picantes que no cualquiera lo tolera, además no está padre darle la bienvenida a la gastritis; y por último, su majestad: ¡el chocolate!, que Dios me libre hablar mal de esta exquisitez, solo basta mencionar la parte triste: engorda.

Si quieres experimentar paz, tranquilidad y felicidad ¡haz ejercicio!. A mi, me llenó de endorfinas y mientras no las vendan en el super, yo ¡seguiré corriendo!.

Te invito a visitar mi blog